Recital de poesía del 23 de mayo de 2016
"DESASOSIEGO Y LUZ"
por
RODRIGO RUBIO DE LA FUENTE
Dentro del espacio “VERS.O.S. A-PALABRA 2”
organizado por el GRUPO LITERARIO TINTAVIVA
Colabora en la lectura de poemas, Alicia Rodríguez Martínez
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Rodrigo Rubio de la Fuente |
Palabras preliminares
Rodrigo Rubio de la Fuente es madrileño (1984), licenciado en Periodismo por la Universidad Complutense de Madrid.
Conocí a Rodrigo con motivo del nacimiento de la Tertulia “El Granero” de la Casa de Palencia en Madrid, que inicié y di nombre alentada por su Presidente D. José Herrero Vallejo.
En los encuentros de cada mes fui descubriendo el decir de este poeta que exponía sus sentimientos con desgarradora y honda sinceridad, y me emocionó su acento, me conmovió su valiente franqueza que corroboraba, corrobora, mi creencia de que escribir poesía y hacer nudismo, viene a ser lo mismo.
Cuando presenté al autor en la emblemática Casa de Palencia el 27 de noviembre de 2015, junto al profesor de Lengua y Literatura don Juan Luis Rodríguez Bravo, dije de Rodrigo que, además de prolífico, es un poeta de la desolación, un poeta intimista, cercado por la penumbra y el desencanto, que escribe desde la convulsión y un constante buceo interno, a veces contracorriente, a veces iluminado, pero en perpetua búsqueda de la luz. Mantengo lo dicho, añadiendo además que la soledad, el miedo, la pérdida de un particular paraíso, el abismo del propio confín, la sensación de estar medio vivo-medio muerto, no comprender el mundo…, son sacudidas que agitan su poesía hasta hacérnosla llegar como afilados fragmentos de un espejo.
A pesar de su corta trayectoria poética, tiene publicados los poemarios LA ESPIRAL DEL ABSURDO y DE LA TINIEBLA HASTA LA LUZ (2015) y ha conseguido los premios: Certamen Poético “Julián M. Carrasco”, convocado por el Ayuntamiento de Béjar, y el VIII Certamen de Poesía Joven “Florencio Quintero”, de Sevilla. En su blog www.fondodevidadifuminado.blogspot.com encontrareis sus poemas.
Si Víctor Hugo dijo: “El poeta es un mundo encerrado en un hombre”, no creo equivocarme mucho al decir que esta aseveración retrata la personalidad del poeta que esta tarde tenemos el placer de escuchar: Rodrigo lleva todo su mundo poético como se lleva a sí mismo.
No puedo dejar de decir que este autor también lleva el gen de la escritura en su esencia, Virgilio Rubio López, su padre, es un interesante prosista como demuestra su galardonada novela ALBORADA Y OCASO e igualmente sus numerosos relatos. Benditas herencias, yo celebro la de mi padre, que nació con el don del verso incrustado en su discernimiento.
Por un imperativo no he podido estar en el recital de este poeta invitado a nuestro espacio poético “Tintaviva” de Cultural Telefónica de Madrid, y presentarlo con parecidas palabras previas, como estaba previsto.
Desde estos renglones, Rodrigo, aplaudo tu afán poético y tu poesía, y celebro que estés hoy aquí con nosotros.
Julia Gallo Sanz
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Alicia Rodríguez Martínez y Rodrigo Rubio |
Presentación
El blog de poesía de Rodrigo Rubio, cuyo título, “Fondo de vida difuminado”, coincide con uno de los apartados de su primer libro, es un blog en el que va dejando caer de vez en cuando las hojas de su sensibilidad vital en forma de poemas. Si digo que va dejando caer las hojas, imagen tan otoñal, es precisamente porque su poesía, al menos la mayor parte de la que conozco, tiene ese aire de melancolía, nostalgia, de tonos ocres y desesperanzados que preludian la llegada del invierno, no por una cuestión de edad, sino de sentimiento ante la vida. Dice uno de sus poemas:
“Somos ríos que fluyen a solas,
sin tregua para nuestro oficio solitario:
conducirnos de la mejor manera posible,
sorteando saltos, estrecheces y virajes,
arrastrando el caudal de nuestros años,
al encuentro con el mar de la muerte unánime”.
Y es este un tono que abunda en sus composiciones.
Si tuviera que definir con una palabra la poesía de Rodrigo Rubio usaría “lirismo”. Dice el diccionario de la RAE que la lírica es, en la acepción que nos concierne, un “Género literario, generalmente en verso, que trata de comunicar mediante el ritmo e imágenes los sentimientos o emociones íntimas del autor.” Comunicar los sentimientos o emociones íntimas del autor, eso es exactamente lo que hace Rodrigo en sus versos, dar rienda suelta al flujo de su corazón después de haber recibido a través de la mirada de su particular experiencia el paisaje del mundo y de la vida. Un flujo con frecuencia turbio y sin definición de recorrido:
“Y así camino por los días,
sin mirar al suelo pero tampoco al cielo,
sin oscuridad pero sin luz, sin tormento
pero sin un dios en que apoyarme.”
dice en su poema Mundo sin sostén. O también en el titulado A contraluz:
“Sin embargo hay una sed extraña
que no se sacia por mucho que la abastezca;
un anhelo que no se colma
a pesar de que logre todo lo que pretendo.”
El caso es que no se sabe muy bien a qué obedece esta persistente insatisfacción, ya que no se encuentran datos en sus poemas que lo justifiquen. Llega a decir “No es sino miedo la vida/ y sólo en la precariedad/ es posible vivir.”
Quizá por aquí es por donde pueda encontrarse alguna razón de esa mirada, digamos, poco positiva. La precariedad de la que habla es la misma con la que muchos jóvenes de hoy –como él– tienen que convivir. No invita nuestro entorno social, ambiental, profesional (no diré ya político) a tener seguridades. Y la falta de apoyo y de referencias puede dar lugar a que queden en suspenso las actitudes y determinaciones que conduzcan a un camino delimitado y a un horizonte deseable. Pero sí que hay un punto de apoyo, un refugio continuo en este desencanto lírico de Rodrigo Rubio:
“Sólo me queda mi cuaderno
y decantar el pensamiento en el contenido
de unos versos que escribo con tal constancia
que mi vida ya no es más que vida
de un hombre que escribe poemas.”
Y aunque estos versos pertenezcan a un poema titulado Libro triste, ese cuaderno en el que escribe –o sea: el desarrollo de su labor poética–, es un pozo iluminador en el que va dejando sus oscuridades para que, poco a poco, se vayan empapando con la luz del conocimiento.
En sus poemas aparecen imágenes de contradicción:
“Cada noche cruzas un puente que no cruzas,
desde el que te lanzas al fondo de un río
que no hay, porque quieres matarte
pero no quieres morir.”
Imágenes incluso de desolación:
“Por eso has de ejercitarte en el arte
de mirar el tiempo con la pausa
con que lo contempla un árbol y adoptar
la naturaleza exacta de una nube
para viajar sin dueño
y con la escrupulosa forma de la nada.”
Resulta que la nada de Rodrigo Rubio no es nada “nada”. Sino que tiene un perfil muy concreto (y en ello se ejercita él) que es la búsqueda. Cada poema que escribe es una búsqueda. Y es que no se ha de olvidar que Rodrigo es joven, es un poeta muy joven, y es –entre otras– característica propia de la juventud la de la contradicción (que con toda probabilidad se solucionará en certezas), por un lado, y la de la búsqueda, por otro.
El sujeto poético de los versos de Rodrigo transita en esa búsqueda a través del verso libre, algo prosaico en ocasiones, pero preciso en el mensaje, idea, sentimiento o sensación que intenta trasmitir, con un vocabulario amplio pero perfectamente accesible:
“¿Con qué tormentos habré de sufragar
esta hermosa mañana?
A buen seguro que con poderoso rigor
habré de bascular en el sentido opuesto
a la dicha
por el resplandor de este cielo.”
El poeta es consciente de la belleza de la vida pero presiente que esa plenitud se volverá oscuridad. Además de esa impronta personal e íntima hacia el desencanto, también el peso de la realidad presiona para que los versos de Rodrigo se tiñan de gris. Entonces se trasluce la denuncia, el desacuerdo en sus poemas con esa realidad que le circunda, como en el que lleva por título Ser alguien en la vida:
“Pasados los años puedo contarte
que nosotros terminamos la carrera…/.../
El más afortunado de todos/ ya ha encontrado trabajo/
de dependiente en una tienda”.
O en el titulado La ciudad:
“¿Dónde termina ahora esta ciudad
que gana al campo más terreno cada vez
para nuevos barrios de edificios altos y autopistas?.../…/
No me abre ya las puertas la ciudad
en la que de joven
llegué a ser dichoso plenamente”.
O en este otro pleno de crítica social y autocrítica sincera:
“Los pobres apestan y apestan.
Apestan a un hedor de cuerpo desaseado,
secuela de la falta de casa, agua corriente
o mudas para cambiarse.
Pero también apestan, desasosiegan y desagradan
a nuestra mente de ciudadanos acomodados
o que al menos van tirando,
pues ésta intenta no ver lo que nos duele,
lo que nos incomoda.”
Tengo que señalar también que, aunque en menor medida, aparecen en su poesía aspectos positivos que tienen que ver con la infancia, la amistad, la familia o el amor.
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Alicia Rodríguez Martínez, Rodrigo Rubio y Andrés R. Blanco |
Cito ahora unos versos que me han gustado especialmente y que creo contienen el espíritu que me ha parecido encontrar –según les he dicho– en la poesía de Rodrigo Rubio:
“Escribo estas letras desde una playa vacía,
abandonada ya
a la suerte del otoño;
una playa que tiene algo de cine clausurado,
en el que ya se proyectaron las escenas
aquí rodadas.”
Pues bien, porque la búsqueda siempre da fruto, ya sea porque se encuentra lo que se busca o por eso tan repetido de que el fruto consiste en la misma búsqueda, el camino que se recorre, –que se escribe , en este caso– yo le pido a Rodrigo Rubio de la Fuente que siga rodando con su mirada las películas de la vida, de su vida y que tampoco deje de hacer rodar la punta del lápiz sobre su cuaderno en busca, sí, de la luz.
Creo que la lectura de hoy va a consistir en dos partes diferenciadas que corresponden al título del recital: “Desasosiego y luz”. En la primera se abordarán temas y tonos como los que he comentado. Y en la segunda, con la colaboración de Alicia Rodríguez Martínez, veremos los contrastes entre la tienebla y la luz.
Y ya le doy la palabra para que, parafraseando unos versos suyos, use “la posibilidad de dejar su huella en el almanaque de esta tarde poética”. Gracias.
Andrés R. Blanco
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Rodrigo comienza su lectura |
Poemas de Rodrigo Rubio:
DESPUÉS HABRÁ LA NOCHE
Al regresar a casa, escuchar el rumor
de la luz en fuga
y de las voces suspendidas en el aire,
mansedumbre jubilosa de la vida cotidiana.
Participar en soledad del bullicio de las calles llenas
a sabiendas de que después habrá la noche
y descenderá el misterio.
Extrañas siluetas cruzarán el escenario de sombras
con el sigilo de un gato
y yo me iré sintiendo cada vez más solo.
Pensaré en personas ya olvidadas
y recordaré momentos
casi alumbrados por farolas de gas.
Acabaré bebiendo
para no entrar en las sábanas frías
y la luz de mi habitación será un faro
al que alguien igual de solo
levantará los ojos para guiarse en la noche.
FONDO DE VIDA DIFUMINADO
Soy, más que todo aquello que he sido,
todo aquello que no he sido.
Soy, también, pensamientos que no tengo,
emociones que me faltan.
Echo raíces en terrenos yermos,
a sabiendas de que allí nada crece.
Porque mi vida consiste en ver
cómo se me escapa la vida,
puñado de arena entre las manos.
Manera tímida de vivir, ésta:
pensar la vida, soñar la vida,
querer vivirla
pero sólo de noche,
al soñar asomado a la ventana.
De día sólo quiero que llegue la noche
para querer vivir la vida
al soñar asomado a la ventana.
Nostalgia de todo lo no vivido,
nostalgia de todo lo que no viviré.
Las cosas apenas son
y ya han desaparecido.
Tantas caras, tantos lugares,
fugaces, apenas entrevistos…
Cada día es una vieja estación abandonada
en la que el tren no para, tan sólo estas líneas
que escribo y que se van desvaneciendo:
retazos, jirones de ideas apenas evocadas,
palabras escritas
sobre un fondo de vida difuminado.
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El público asistente sigue con atención la lectura de Rodrigo Rubio |
MIRADA SIN RESIDUOS
Como si el tiempo siempre hubiera de renacer,
ayer dejé marchar el día contemplándolo,
desaprovechándolo para mejor aprovechar la vida.
Y es que aprender a ver al mirar requiere
que los años sepulten la impaciencia de la juventud.
Deslumbraba en limpidez la luz del sol
tendido en la mañana, navegando hacia su cumbre.
El viento hacía temblar los ramajes
de las palmeras y deshilachadas olas
corrían en desorden por el azul del mar invicto.
Esto era todo y era imposible necesitar más.
Qué extraña toda aquella desaforada belleza,
porción tan exigua del milagro.
El misterio de su grandeza era
que no había misterio, que su significado
era literal y que todo está siempre en su sitio,
con su luz exacta, en su orden preciso.
Sólo hay que saber ver
a las cosas mismas, sin residuos en la mirada.
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Alicia, durante su lectua |
HOMBRE TOMANDO NOTAS
Salgo a pasear en la noche húmeda
tras la lluvia. Que hay luna lo sé
sin alzar la vista, porque hay luna
en los charcos: en cada charco una luna.
Camino pensando en cómo las calles
tan familiares de día son tan extrañas
de noche. Tras la cristalera de un bar
veo a un hombre tomando notas,
quién sabe si acerca de un hombre
que pasea por calles mojadas…
Y yo sonrío al pensar que siempre
habrá alguien con cuaderno y bolígrafo,
sentado en el velador de un café,
mirando anónimo y distraído,
a través del cristal, cómo pasa la vida
por las calles de cualquier ciudad.
Rodrigo Rubio de la Fuente
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El acto se cerró con la entrega de un detalle al poeta, la firma de libros del autor y con el habitual intercambio de saludos e impresiones.