Quienes le conocimos bien le quisimos mucho. Fue excepcional en el trato como en su literatura. Sabía brillar en cada frase, ya fuese en papel o en conversación. Sus manuscritos reflejaban esa extraña y cautivadora serenidad de quien no conoce la impaciencia. Intuía que trabajaba lo perdurable. El magisterio de sus cuentos es el mismo magisterio de sus centenares de artículos. Perfectos, pulidos, redondos. Sí, había un gran fulgor, un brillo propio inconfundible. Era edificante, una invitación constante al coraje, a la generosidad mejor correspondida. Estad seguros de que os agradecería, de que os agradece vuestras expresiones de cariño, allí donde esté. Descansa, amigo. Descansa, querido.
Quienes le conocimos bien le quisimos mucho. Fue excepcional en el trato como en su literatura. Sabía brillar en cada frase, ya fuese en papel o en conversación. Sus manuscritos reflejaban esa extraña y cautivadora serenidad de quien no conoce la impaciencia. Intuía que trabajaba lo perdurable. El magisterio de sus cuentos es el mismo magisterio de sus centenares de artículos. Perfectos, pulidos, redondos. Sí, había un gran fulgor, un brillo propio inconfundible. Era edificante, una invitación constante al coraje, a la generosidad mejor correspondida. Estad seguros de que os agradecería, de que os agradece vuestras expresiones de cariño, allí donde esté. Descansa, amigo. Descansa, querido.
ResponderEliminar